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domingo, 9 de mayo de 2010

La imaginación es un lugar donde llueve



CAM contemporáneo presenta “La imaginación es un lugar en donde llueve”, exposición de Mónica Escutia y Cecilia Jaime con la curaduría de Rubén Méndez.

La exposición “La imaginación es un lugar en donde llueve”, es una muestra de dos artistas cuyo trabajo hace resonancia a la tradición artística de Guadalajara ligada a la arquitectura moderna, práctica acuñada a partir de la fundación de la Escuela de Arquitectura. Desde entonces, un gran número de artistas que han incursionado en la escena del arte con prestigio local e internacional se han formado bajo esta disciplina o se han apegado a sus preceptos. A pesar de que Mónica Escutia y Cecilia Jaime no cuentan con la formación de arquitecto, su obra se apega a los cánones de esta práctica lo que les permite la perspectiva necesaria para escapar de la rigidez de la academia y proyectar una expresión fresca reflejada en el gusto y placer por los materiales. En este sentido, ambas artistas aunque reconocibles a primera vista como distintas comparten el mismo origen.

Las obras de estas artistas se conectan en la búsqueda de lo espiritualmente armonioso, similares preocupaciones a las grupo De Stijl a principios del siglo XX. Estas evocaciones al pasado, son sometidas mediante materiales actuales por ambas artistas en el sentido de un arte que refleja un gusto por lo racional del universo y a su vez busca lo armonioso de la naturaleza. Mónica recurre a lo brillante del plástico, como piel perene garante de la eternidad que a su vez se convierte en espejo de lo indisoluble, mientras Cecilia baña sus cuadros con una capa de resina automotiva que delimita una distancia con la pintura y el espectador, barrera protectora que guarda el endeble equilibrio que siempre representa lo espiritual.

La convivencia de la obra de ambas en un mismo espacio de exposición se evapora en su brillo -siempre distinto e impermanente- un gesto totalmente posmoderno, sintomático de la contemporaneidad que no podemos dejar de atender porque nos vemos reflejados en ellas.



Mónica Escutia , nace en Mazatlán, Sin. En 1969 en 1980 se traslada a Guadalajara, Jal. Estudió gráfico y multimedia en el Art Institute of California, San Diego. Estudios de pintura, 5 años en el taller del maestro Ramiro Torreblanca, fotografía en el Centro de Arte Audiovisual. Mónica ha exhibido su trabajado desde 1992 hasta la fecha en lugares como Museo de Arte Moderno de la cd. de México, Museo de la Ciudad de Guadalajara, Museo de Arte de Zapopan, Museo de Arte Contemporáneo de Merida Yucatán, Museo de la Cervecería de Monterrey en la selección III Bienal Femsa, N. L. Museo de Oceanside, California. Actualmente esta trabajando en una instalación permanente en Klosterruine, Rüeggisberg, Suiza. Mónica ha sido becada en 2 ocasiones con proyectos de artes plásticas, otorgadas por el Gobierno de Jalisco. Obtuvo primer lugar en el concurso de pintura en 1996, organización Picasso, Guadalajara, Jal. Ha trabajado en Proyectos dirigidos por los curadores Guillermo Santamarina, Patrick Charpenel y Cristián Silva.

Cecilia Jaime, Guadalajara, Jal. (1969) Estudio la carrera de diseño grafico en la univ. Autónoma de Guadalajara, desde 1999 empieza a exponer su obra pictórica, hasta ahora tiene más de 12 exposiciones colectivas e individuales. Entre las mas destacadas se encuentran las del Museo Raúl Anguiano (2009) curaduria Cristian Silva, Casa Vallarta (2008) curaduria Carlos Beltrán, Galería Haus der kunst (2005) curaduria Patrick Charpenel. Ha sido seleccionada en el concurso Atanasio Monroy (2004), y en el “Salón de Octubre” en dos ocasiones (2003-2004). Actualmente colabora en proyectos de arte para niños.


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La imaginación es un lugar donde llueve

Por su propia naturaleza, la arquitectura y el diseño requieren de un lenguaje abstracto para referirse a los elementos que los constituyen como disciplinas. Salvo que, por ejemplo, consideremos a los bocetos dibujísticos como el lenguaje formal de la pintura, es interesante observar que arquitectos y diseñadores requieren de códigos altamente formalizados para hacer su tarea, códigos que, como en el caso de la perspectiva, esa gran hazaña de Brunelleschi, significaron durante largo tiempo la “visión real” de las cosas en Occidente, y fueron, por otra parte, la fuente de conflicto que las diferentes corrientes de la pintura moderna y los movimientos de las vanguardias se afanaron, y lograron finalmente, destruir.

Esta racionalidad formal está en la base misma de la operación: para representar un volumen sobre un plano se requiere codificar y adiestrar a la percepción para traducir mentalmente a un plano bidimensional un objeto de tres dimensiones. De este modo, la arquitectura y el diseño sólo pueden hablar un lenguaje en el que importan unos pocos elementos esenciales: las líneas, los planos, los volúmenes, los colores, el espacio, el tiempo, la luz.

Algunos de estos mismos elementos son la base de las representaciones abstractas en pintura y escultura. Alejados de la figuración, los afanes de los artistas abstraccionistas se dirigen a desarrollar sus expresiones subjetivas por medio de códigos en los cuales las líneas, las formas, los volúmenes y los colores aspiran a lograr un equilibrio formal en una nueva unidad plástica que no se parezca a la “realidad”.

La exposición La imaginación es un lugar donde llueve, es una muestra de la obra de dos artistas en cuyos trabajos resuena una tradición estética ligada a la arquitectura moderna en Guadalajara, práctica que surgió de manera visible con la fundación de la Escuela de Arquitectura pero que prospera actualmente en otros escenarios de los que han surgido artistas ligados a estas dos disciplinas.

A pesar de que Mónica Escutia y Cecilia Jaime no son arquitectas ni diseñadoras, su obra se apega a los cánones y a los preceptos de estas prácticas, lo que les ha provisto de la perspectiva necesaria para escapar de la rigidez de la academia. Esto les ha permitido desarrollar una expresión fresca que se refleja en un gusto común por los materiales y en el placer que les producen las variaciones formales del color, la forma y la relación con el espacio.

En este sentido, ambas artistas, aunque reconocibles a primera vista como diferentes, comparten un interés similar. Sus obras se conectan en la búsqueda de una unidad espiritualmente armoniosa, en las que pueden advertirse preocupaciones afines a las líneas programáticas que impulsaron al movimiento De Stijl a principios del siglo XX, o bien, por sus implicaciones decorativas y su colorido, a los elementos representacionales de los cuadros de Miró o a los papeles coloreados con goauche y recortados de la última etapa de Mattise.

Mónica recurre al brillo del plástico como metáfora de una piel perenne, engañosa garante de la eternidad que se convierte en espejo de lo indisoluble. Por su parte, Cecilia baña sus cuadros con una capa de resina automotiva que delimita un doble juego de cercanía y distancia entre la pintura y el espectador, como una barrera protectora que resguarda el endeble equilibrio que significa representar lo espiritual desde una mirada constructivista.

Como todo intento abstracto, sus trabajos aspiran a ser fieles a sí mismos, abandonando cualquier intento de referencia al mundo de los objetos “reales” o a la reproducción figurativa. La convivencia de ambas artistas en un mismo espacio de exposición hace que sus obras se evaporen en su brillo -siempre distinto e impermanente-, reproduciendo un guiño característico de la modernidad, un gesto que no podemos dejar de atender ya que nos atrae porque nos vemos reflejados en ellas.

Texto por Baudelio Lara