El cine es un negocio de riesgo
La banca abandona Hollywood, donde el terror clase B es lo más redituable
Guillermo Zapiola
Los bancos están mirando con desconfianza a la industria cinematográfica. Los presuntos éxitos resultan no serlo, las estrellas taquilleras no lo son tanto, y de pronto un clase B casi ignorado se vuelve comparativamente más redituable.
Algunos datos han sido recogidos en esta misma página en varias notas previas. Actores como Eddie Murphy, Will Ferrell, Nicole Kidman o Julia Roberts no convocan al público de antaño, algunas sagas taquilleras (como la de Harry Potter) están llegando a su fin, y la industria está buscando reemplazos sin encontrarlos todavía. Es el momento en que alguien ha podido ponerse nostálgico y recordar los tiempos en que Francis Ford Coppola pudo entrar en el Chase Manhattan Bank, decir quién era, y con el respaldo de poco más que su palabra salir con un cheque que le permitió continuar el desenfrenado rodaje de Apocalypse now.
El mismo nostálgico podría haber recordado que poco después Michael Cimino dilapidó una fortuna con una película carísima que merecía más éxito del que tuvo (La puerta del cielo), y que desde ese momento los autores fueron mucho más controlados por los contadores. Pero lo que está ocurriendo hoy es algo más complicado.
Literalmente, los grandes bancos están huyendo de Hollywood, y las principales firmas financieras también están razonando que el cine no es una inversión fiable y están buscando alternativas en las que colocar su dinero. Los estudios están encontrando un reemplazo en entidades que manejan fondos de capital de riesgo.
Algunos ejemplos. Entre 2005 y 2008, firmas como Goldman Sachs, JP Morgan, la desaparecida Lehman Brothers o Merrill Lynch invirtieron, según datos proporcionados por la cadena CNN, unos quince mil millones de dólares en la producción de películas. En 2009, esa cifra se ha reducido a cero, y varias empresas se están desembarazando de sus acciones vinculadas con el cine, a veces con descuentos que van del 30% al 70% sobre la inversión inicial.
Hay unas cuantas ironías en el cuadro. La mencionada Merrill Lynch liquidó, a 10 centavos el dólar, los derechos sobre varias docenas de películas. El comprador pagó alrededor de treinta millones de dólares. Y aquí estalla la broma: una de las películas "liquidadas" fue Batman, el caballero de la noche, que terminó generando cerca de mil millones. Después quieren saber por qué el Guasón de Heath Ledger insistía con la pregunta: "Why so serious?" ("¿Por qué tan serio?").
La inestabilidad del mercado, la crisis de las instituciones financieras y la avidez de los estudios por inversiones externas han hecho que los grandes bancos norteamericanos aumenten hasta el 20% el tipo de interés aplicado a un préstamo para el cual se ofrece una película como garantía. Una institución históricamente vinculada al financiamiento del cine, el Deutsche Bank, rompió recientemente su acuerdo con Paramount y frenó el flujo de trescientos millones de euros que habrían de respaldar futuras películas del estudio.
Es, pues, la hora de lo que alguien ha llamado "los inversores sin miedo" como Content Partners LLC, Screen Capital International, Qualia Capital o Salem Partners, que se han vuelto los dinamizadores imprescindibles del mundo del cine. Esas empresas están aportando capitales de pequeños y grandes inversores de las procedencias más diversas, desde Europa a Japón y los Emiratos Árabes.
En una entrevista reciente en la revista Hollywood Reporter, Steven Kram, presidente de Content, ha podido informar que su empresa maneja ya treinta y cuatro películas y más de doscientas horas de televisión. Por su parte Adi Cohen, empresario norteamericano de origen israelí que dirige junto a su socio Joseph Grinkorn la empresa CG Corporation, añade: "La mayoría de los grandes bancos y fondos de inversión están tratando de deshacerse de cualquier inversión relacionada con el cine o la televisión, pero nosotros vemos una oportunidad donde ellos ven un problema".
Pero el problema subsiste, y la principal incertidumbre tiene que ver con cómo actuarán esos recién llegados al negocio si los resultados económicos no son los esperados. Una de las movidas de esos inversores ha sido la coproducción. Por ejemplo, han descubierto que los países europeos les proporcionan una herramienta de la que no disponen en los Estados Unidos: las subvenciones estatales.
Sin ir más lejos, Cohen y su socio están mirando hacia España: según El País madrileño, han comprado en cuatro millones de euros una cuarta parte de una productora de Barcelona (Zip Films) y aportado otros dieciséis como línea de crédito, asociándose con dos productores españoles, Jordi Rediu y Norbert Llaràs. CG está igualmente a punto de firmar un acuerdo con una compañía alemana que presenta pérdidas de ciento treinta millones de euros y con cotización en Bolsa. La idea de Cohen y sus socios es fusionar esa compañía con su empresa española para fortalecerse con la suma de los recursos de ambas.
El primer proyecto conjunto de CG y Zip es Betsy and the emperor, un relato sobre los últimos años de Napoleón, con Al Pacino en el imperial papel protagónico y dirección de John Curran. El costo es bajo para un film hollywoodense (menos de treinta millones de dólares) pero muy respetable para una coproducción internacional con apoyo europeo.
El panorama es lo suficientemente fluido como para que nadie sepa exactamente lo que va a ocurrir. Pero resulta claro que Hollywood va a ser cada vez menos Hollywood, que las estrellas ya no son la carta número uno, y que quien no arriesga no gana. Otro día habrá que hablar de arte, pero acá se trata de finanzas.
El film de terror que rinde en la taquilla
Ya nadie sabe qué va a funcionar y qué no en la taquilla norteamericana. El caso reciente más llamativo ese llama Paranormal activity, un asunto terrorífico de estricta clase B dirigido por Oren Peti, que costó la irrisoria suma de quince mil dólares y ha recaudado unos ocho millones en dos semanas. El film, que cuenta la clásica historia de una familia que se muda a una casa donde empiezan a ocurrir cosas raras, y el consabido despliegue de sobresaltos generados por desconocidas fuerzas sobrenaturales, se estrenó en Estados Unidos el viernes 2 de octubre en apenas doce salas. Estreno limitado, que le dicen. Sin embargo, los elogios críticos y la recomendación boca a boca comenzaron a funcionar.
En su segunda semana de exhibiciones, había pasado a ciento sesenta cine, lo que sigue siendo por supuesto una cifra modesta si se piensa que una superproducción puede salir en tres mil quinientas salas, pero hay que mirar los números más de cerca.
Mientras un film "mainstream" como Couples retreat (que encabezó la taquilla) lleva recaudados 43 millones de dólares en 3000 cines, lo que da un promedio de algo más de catorce mil por sala, la cifra por sala de Paranormal activity era hasta ayer de 70.498, la más alta (por lejos) en todo el país. La gente está haciendo colas de seis horas para sacar las entradas, y se pelea frente a las boleterías cuando averigua que se han agotado.
Cuando ciertos capitales cruzan de uno a otro lado del océano
Históricamente, la industria cinematográfica norteamericana se ha quejado de las legislaciones proteccionistas europeas, pero la situación parece estar cambiando. Alguien ha razonado que si no se puede vencer al enemigo, es mejor unirse a él.
Sin ir más lejos, las operaciones de riesgo que involucran a capitales de ambas márgenes del océano se están viendo favorecidas por legislaciones como la española, especialmente la que tiene que ver con las Agrupaciones de Interés Económico, que favorecen ese modelo de negocio. Y lo mismo ocurre con la aprobación por parte del gobierno alemán de una ley que permite a empresas locales con problemas fusionarse con cualquier otra compañía de la Unión Europea (que puede también tener socios norteamericanos).
fuente: El País Digital
La banca abandona Hollywood, donde el terror clase B es lo más redituable
Guillermo Zapiola
Los bancos están mirando con desconfianza a la industria cinematográfica. Los presuntos éxitos resultan no serlo, las estrellas taquilleras no lo son tanto, y de pronto un clase B casi ignorado se vuelve comparativamente más redituable.
Algunos datos han sido recogidos en esta misma página en varias notas previas. Actores como Eddie Murphy, Will Ferrell, Nicole Kidman o Julia Roberts no convocan al público de antaño, algunas sagas taquilleras (como la de Harry Potter) están llegando a su fin, y la industria está buscando reemplazos sin encontrarlos todavía. Es el momento en que alguien ha podido ponerse nostálgico y recordar los tiempos en que Francis Ford Coppola pudo entrar en el Chase Manhattan Bank, decir quién era, y con el respaldo de poco más que su palabra salir con un cheque que le permitió continuar el desenfrenado rodaje de Apocalypse now.
El mismo nostálgico podría haber recordado que poco después Michael Cimino dilapidó una fortuna con una película carísima que merecía más éxito del que tuvo (La puerta del cielo), y que desde ese momento los autores fueron mucho más controlados por los contadores. Pero lo que está ocurriendo hoy es algo más complicado.
Literalmente, los grandes bancos están huyendo de Hollywood, y las principales firmas financieras también están razonando que el cine no es una inversión fiable y están buscando alternativas en las que colocar su dinero. Los estudios están encontrando un reemplazo en entidades que manejan fondos de capital de riesgo.
Algunos ejemplos. Entre 2005 y 2008, firmas como Goldman Sachs, JP Morgan, la desaparecida Lehman Brothers o Merrill Lynch invirtieron, según datos proporcionados por la cadena CNN, unos quince mil millones de dólares en la producción de películas. En 2009, esa cifra se ha reducido a cero, y varias empresas se están desembarazando de sus acciones vinculadas con el cine, a veces con descuentos que van del 30% al 70% sobre la inversión inicial.
Hay unas cuantas ironías en el cuadro. La mencionada Merrill Lynch liquidó, a 10 centavos el dólar, los derechos sobre varias docenas de películas. El comprador pagó alrededor de treinta millones de dólares. Y aquí estalla la broma: una de las películas "liquidadas" fue Batman, el caballero de la noche, que terminó generando cerca de mil millones. Después quieren saber por qué el Guasón de Heath Ledger insistía con la pregunta: "Why so serious?" ("¿Por qué tan serio?").
La inestabilidad del mercado, la crisis de las instituciones financieras y la avidez de los estudios por inversiones externas han hecho que los grandes bancos norteamericanos aumenten hasta el 20% el tipo de interés aplicado a un préstamo para el cual se ofrece una película como garantía. Una institución históricamente vinculada al financiamiento del cine, el Deutsche Bank, rompió recientemente su acuerdo con Paramount y frenó el flujo de trescientos millones de euros que habrían de respaldar futuras películas del estudio.
Es, pues, la hora de lo que alguien ha llamado "los inversores sin miedo" como Content Partners LLC, Screen Capital International, Qualia Capital o Salem Partners, que se han vuelto los dinamizadores imprescindibles del mundo del cine. Esas empresas están aportando capitales de pequeños y grandes inversores de las procedencias más diversas, desde Europa a Japón y los Emiratos Árabes.
En una entrevista reciente en la revista Hollywood Reporter, Steven Kram, presidente de Content, ha podido informar que su empresa maneja ya treinta y cuatro películas y más de doscientas horas de televisión. Por su parte Adi Cohen, empresario norteamericano de origen israelí que dirige junto a su socio Joseph Grinkorn la empresa CG Corporation, añade: "La mayoría de los grandes bancos y fondos de inversión están tratando de deshacerse de cualquier inversión relacionada con el cine o la televisión, pero nosotros vemos una oportunidad donde ellos ven un problema".
Pero el problema subsiste, y la principal incertidumbre tiene que ver con cómo actuarán esos recién llegados al negocio si los resultados económicos no son los esperados. Una de las movidas de esos inversores ha sido la coproducción. Por ejemplo, han descubierto que los países europeos les proporcionan una herramienta de la que no disponen en los Estados Unidos: las subvenciones estatales.
Sin ir más lejos, Cohen y su socio están mirando hacia España: según El País madrileño, han comprado en cuatro millones de euros una cuarta parte de una productora de Barcelona (Zip Films) y aportado otros dieciséis como línea de crédito, asociándose con dos productores españoles, Jordi Rediu y Norbert Llaràs. CG está igualmente a punto de firmar un acuerdo con una compañía alemana que presenta pérdidas de ciento treinta millones de euros y con cotización en Bolsa. La idea de Cohen y sus socios es fusionar esa compañía con su empresa española para fortalecerse con la suma de los recursos de ambas.
El primer proyecto conjunto de CG y Zip es Betsy and the emperor, un relato sobre los últimos años de Napoleón, con Al Pacino en el imperial papel protagónico y dirección de John Curran. El costo es bajo para un film hollywoodense (menos de treinta millones de dólares) pero muy respetable para una coproducción internacional con apoyo europeo.
El panorama es lo suficientemente fluido como para que nadie sepa exactamente lo que va a ocurrir. Pero resulta claro que Hollywood va a ser cada vez menos Hollywood, que las estrellas ya no son la carta número uno, y que quien no arriesga no gana. Otro día habrá que hablar de arte, pero acá se trata de finanzas.
El film de terror que rinde en la taquilla
Ya nadie sabe qué va a funcionar y qué no en la taquilla norteamericana. El caso reciente más llamativo ese llama Paranormal activity, un asunto terrorífico de estricta clase B dirigido por Oren Peti, que costó la irrisoria suma de quince mil dólares y ha recaudado unos ocho millones en dos semanas. El film, que cuenta la clásica historia de una familia que se muda a una casa donde empiezan a ocurrir cosas raras, y el consabido despliegue de sobresaltos generados por desconocidas fuerzas sobrenaturales, se estrenó en Estados Unidos el viernes 2 de octubre en apenas doce salas. Estreno limitado, que le dicen. Sin embargo, los elogios críticos y la recomendación boca a boca comenzaron a funcionar.
En su segunda semana de exhibiciones, había pasado a ciento sesenta cine, lo que sigue siendo por supuesto una cifra modesta si se piensa que una superproducción puede salir en tres mil quinientas salas, pero hay que mirar los números más de cerca.
Mientras un film "mainstream" como Couples retreat (que encabezó la taquilla) lleva recaudados 43 millones de dólares en 3000 cines, lo que da un promedio de algo más de catorce mil por sala, la cifra por sala de Paranormal activity era hasta ayer de 70.498, la más alta (por lejos) en todo el país. La gente está haciendo colas de seis horas para sacar las entradas, y se pelea frente a las boleterías cuando averigua que se han agotado.
Cuando ciertos capitales cruzan de uno a otro lado del océano
Históricamente, la industria cinematográfica norteamericana se ha quejado de las legislaciones proteccionistas europeas, pero la situación parece estar cambiando. Alguien ha razonado que si no se puede vencer al enemigo, es mejor unirse a él.
Sin ir más lejos, las operaciones de riesgo que involucran a capitales de ambas márgenes del océano se están viendo favorecidas por legislaciones como la española, especialmente la que tiene que ver con las Agrupaciones de Interés Económico, que favorecen ese modelo de negocio. Y lo mismo ocurre con la aprobación por parte del gobierno alemán de una ley que permite a empresas locales con problemas fusionarse con cualquier otra compañía de la Unión Europea (que puede también tener socios norteamericanos).
fuente: El País Digital