Instalación en el marco del proyecto curatorial Terra Australis
Inauguración: miércoles, 11.3.2009, 19 - 21 hs.
Goethe-Institut, Canelones 1524, Montevideo
Curador: Alfredo Torres
Todavía, todavía y todavía
Alfredo Torres
El nombre de la despojada y perturbadora instalación creada por Claudia Olaso tiene un título breve, conciso: Aún. La pequeña palabra, considerada como adverbio de tiempo significa todavía, y marca un período determinado sin definir su final. Cuando deviene adverbio de modo, infiere un no obstante, un pese a, un sin embargo. Pero también puede adquirir sentido de recargo o agrandamiento. En este último sentido, ese aun es casi, casi, un adverbio de cantidad, licencia lingüística de un uso un tanto afectado. La elección del título es válida en las tres acepciones definidas. Es un Aún que entorna un tiempo imprevisible. Primer todavía. Es un Aún que acarrea un modo de dura persistencia. Segundo, agobiante todavía. Finalmente, un Aún que supone una pesada, peligrosa recarga, un no deseado engrandecimiento. Tercer todavía. La Terra Australis Incognita, la Antártida, es todavía, aun, continente preservado. ¿Por cuánto tiempo? Todavía Impredecible. Sin embargo, pese a tratados firmados, no obstante convenciones que se han aceptado, el peligro acosa ese territorio casi inmaculado. La temperatura ha ascendido en un par de grados. Si el ser humano recarga y agranda, todavía, su incapacidad para respetar el planeta que habita, esos pocos grados, ¿serán el único motivo de alarma?
Claudia Olaso es una de las autorías que ha venido mostrando un firme crecimiento dentro del arte nacional reciente. Lo más estimable es que lo ha hecho configurando un relato estético singularísimo, casi excepcional. Recurre a un repertorio que es claramente ajeno a paradigmas en uso, dominantemente capitalinos, para revalorar factores de valor casi icónico en lo que podría ser un imaginario del campo uruguayo, un repertorio de materiales, oficios y elementos simbólicos. Vellones de lana, cueros, tientos, trenzados de guasquería, atillos de alambrado, tizas para marcar lanares, consagrados a la gestación de una poética áspera y, sin contradicción, suavemente afectiva. En Aun instala una serie de pequeños fardos de lana criolla lavada de manera natural, casi sin intervención de la hacedora, luciendo dos cromatismos claves, uno de reflejos amarillados, de lana más fibroso, otro de una blancura nívea, de lana más espumosa. Mediante un proceso que quiere ser preservador, la lana es oprimida por una delgada lámina de papel film, lámina adherente de PVC. Sufren, después, una segunda opresión, y son incrustados en cajas iguales de poliestireno expandido, en conservadores de espumaplast. Segundo, falso intento protector. La metáfora resulta evidente. El elemento natural de bastante corta vida es protegido por materiales que demoran siglos y siglos en degradarse. La intención metafórica es tan simple como certera. Un juego paradójico donde productos presuntamente creados para el resguardo terminan destruyendo lo natural, incluso a la naturaleza misma.
La elección de los actores que consuman esta desolada puesta en escena es de una pureza justísima, de una destreza para el hallazgo prodigiosa. Tres elementos de una extrema prudencia, de una nítida sencillez, de un espeso poder alusivo. Y, como pocas veces, el silencio convirtiéndose en un protagonista tan eminente como angustioso. Las conservadoras están allí, como dejadas, abandonadas. La lana ha sido sojuzgada, reprimida. El silencio atraviesa, rodea, sobrevuela, susurra sin sonidos, aguarda. El contemplador debe aceptar ese silencio, debe entender la clave de su código, debe aceptar su presencia invisible pero rotunda. A partir de allí, desgranar la historia, las diferentes historias. Detenerse en esos elementos de uso banal y en las implicancias nada banales de ese uso, en sus amenazadoras consecuencias. Desde el silencio, entonces, Claudia Olaso precipita una formidable alarma. Sin discursos ampulosos, sin grandes testimonios, sin retóricos melodramas. Sólo desde el azoramiento, desde un austero detenimiento, desde asedios que trastornan, aún, todavía, la cotidiana e irresponsable indolencia.
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